
| Mª Adela Díaz Párraga |

Aposentada en tierras de Extremadura, en la Vía de la Plata
romana, fue la Segeda celta, Restituta Julia romana, Çafra con los musulmanes,
Zafra cristiana. Situada al suroeste de Badajoz, del paso de los romanos dan fe
los restos de las villas, que hay en los alrededores de lo que se cree fue
Segeda, origen de la actual ciudad. Aparece de la mano de los musulmanes en los
primeros años del siglo XI, y era la frontera entre los reinos taifas de
Sevilla y Badajoz. Ellos hicieron la primitiva muralla, y levantaron un alcázar
en la Sierra del Castellar, al que en 1094 el geógrafo musulmán Al-Bakri,
llamaba Sajra Abi Hasan. Fernando III El Santo, le quitó sus velos de odalisca,
y en 1394, Enrique III le dio su jurisdicción a Gómez I Suarez de Figueroa que,
con Feria y La Parra, formaron el Señorío de Feria. A Zafra, le han dado fama y
dineros, su actividad artesana y comercial, que se remonta al siglo XV; sus
Ferias y sus mercados, que viene celebrando desde el siglo XIV en la Plaza
Chica. Una Feria Internacional Ganadera, que tiene lugar en los primeros días del
otoño. Alfonso XII le concedió en 1882, el título de Muy Noble y Muy Ilustre
Ciudad de Zafra.
Una ciudad con una parte antigua interesante, con su
entramado de calles estrechitas, que cierra la muralla árabe, aunque Gómez I la
empezó a reconstruir, y después Lorenzo II. A finales del XIX, se autorizó su
demolición, pero todavía están ahí las puertas de Palacio, del Cubo y de Jerez.
Había otras, pero desaparecieron. La de Palacio se cegó, abriendo el arco en la
muralla, pero más tarde se volvió a abrir. La puerta de Badajoz o del Cubo, que
se llama así, porque estaba dentro de un Cubo de la Muralla.
La de Jerez, que
desembocaba en el zoco medieval de la Plaza Chica, rodeada de callejones, uno
de ellos el famoso Callejón del Clavel, y a la que se entraba por un arco
apuntado. Sobre él, la barroca Capilla
del Cristo de la Humildad y la Paciencia. En la fachada un balcón central con
dos hornacinas, y abajo, en un bloque de sillería, la huella de un zapato de
Pie Castellano, que era una antigua media equivalente a un tercio de vara. De
la puerta de Sevilla, solo quedan unas piedras de granito a la entrada de la
calle que lleva su nombre.
Algo muy importante es el Alcázar, que ha perdurado a través
de los siglos. Lo levantó Lorenzo II,
que fue el primer Conde de Feria, para usarlo como vivienda. Era de estilo
gótico, pero con muchos toques mudéjares. Era un hermoso palacio, y por fuera,
una verdadera fortaleza. Tuvo barbacana a la altura de la muralla, y la Torre
del Homenaje, pregonaba el poderío de sus dueños. En la entrada una gran Plaza
de Armas, hoy convertida en la Plaza de los Escudos. Ha conservado su cara
medieval, aunque en el XVI los duques le hicieron algunas modificaciones. De
entonces era el soberbio patio renacentista, de mármol blanco, y la Sala Dorada
con su bello artesonado mudéjar, artesanado que también pusieron en la Capilla
al reformarla; entonces se hizo la Galería que lo une con la Iglesia de Santa
María. Como otros monumentos cayo en decadencia y fue cuartel, prisión,
hospital, colegio e instituto, Escuela de Artes y Oficios… En 1965 lo
rescataron, devolviéndole su antigua magnificencia, y se convirtió en Parador
Nacional Duque de Feria.
Y las dos plazas que son el corazón de la ciudad: La Grande,
que es la más moderna, y la Chica, que fue de las primeras construcciones de la
ciudad. Tiene veintisiete arcos de medio punto, apoyados sobre columnas de
granito, dos de ellas son romanas. En uno de sus pilares de piedra tiene
grabada la Vara árabe que usaban los comerciantes como unidad de medida. Y es
que la Plaza ha albergado su famoso mercado desde el siglo XIV. Uniendo las dos
plazas, hay un pasadizo, el Arquillo del Pan, que se llama así porque en
tiempos había una panadería. Y presidiéndolo todo, el retablo flamenco de La
Esperancita,
a quien el pueblo tiene gran devoción desde el siglo XIV. Bueno,
la imagen es una copia, porque la original, la guardan en el Monasterio de las
Clarisas. Todos los años la sacan en procesión, y durante unas horas, reposa en
la que fue su casa.
Como les decía, la Plaza Grande es la más moderna, y se
asienta sobre lo que fue Iglesia de Santa María y Cementerio. La hicieron en el
XVI, aunque algunos de sus pilares son del XV. En ella se lidiaban toros en el
XVIII, y fue el escenario de todo lo que fuera espectáculo público, carnavales,
festivales… Está llena de bares y restaurantes, que sacan sus mesitas a la
calle con el buen tiempo. Kioskos y librerías, comercios, hoteles… Se puede
decir, que es el centro de la vida de la ciudad. Y ahí tienen ustedes la
Iglesia de Santa María de la Candelaria, que empezaron a levantar para
sustituir la vieja Santa María, mediados del XVI. La hicieron Colegiata en el
XVIII, y es de estilo gótico, con un soberbio retablo en la Capilla Mayor.
También merece la pena el retablo de la capilla de la Virgen de Valvanera, de
estilo churrigueresco. Y una Pila Bautismal mudéjar, el órgano del XVIII, las
esculturas de Arce y los lienzos de Zurbarán. La iglesia de San Miguel, la de
Santa Marina, que ahora es Centro Cultural y Sala de Exposiciones. La Ermita de
Belén, que empezó siendo una capillita en el siglo XV. En 1815 se añadió la
nave central, y en 1930 la arquería exterior, reformándose en 1991. El Domingo
de Quasimodo, es decir, el domingo siguiente al de Pascua, se celebra una
importante romería, paseando a la Virgen por los alrededores de su ermita. Su
origen se remonta a las rogativas que se hacían hace cientos de años, para
pedir a la Virgen de Belén, que no volvieras las lluvias que asolaban la villa,
y destruían las cosechas. Y algo que no pueden perderse es el Monasterio de
Santa María del Valle, habitado por las Hermanas Pobres de Santa Clara, desde
su fundación en el siglo XV. Lo fundó Gómez I, primer Señor de Feria, para
panteón de la familia, y las dos primeras abadesas, fueron sus hijas. Tiene una
capilla gótica del XV, y Altar Mayor del XVI.
Les queda mucho por ver, como el Hospital de Santiago. Fue
obra del primer Conde de Feria, Lorenzo Suárez de Figueroa, que, al trasladarse
al Palacio, dedicó su antigua vivienda a Hospital de enfermos y
viajeros sin
recursos, menester que desempeñó hasta primeros del siglo XX. Ahora, al cuidado
de las Hermanas Esclavas de la Virgen, es residencia de mujeres discapacitadas.
Su portada gótica, es de las mejores y más importantes de Extremadura.
¡Ah!, y están los pilares, que normalmente daban el nombre a
una fuente. Hubo varios, pero los más importantes, y que todavía están, son el
del Duque, gótico, de forma rectangular, hecho de piedra y mármol, con un pilar
central con dos caños, y el escudo de los Feria. Tiene la cabeza de un animal,
que indica que es abrevadero para ganado. Es del siglo XV, lo mismo que el de
San Benito, al que llaman Pilar del Mulero. Es gótico, bien conservado, y se
usaba como abrevadero y como lavadero. El más reciente es el de la República,
que se hizo en esa época. Es redondo, de piedra y mármol, no es muy alto, ni
muy profundo, y se usaba para beber las ovejas.
Si van por el mes de mayo verán, y catarán, la Garbanzada,
donde se reparte el suculento cocido extremeño a todo el que se acerca. Y el
día de los Santos, el 1 de noviembre, podrán ir al campo, ya que es tradición
comer los Casamientos, higos con nueces. Hablando de comer, no vean lo que se
van a encontrar. Migas extremeñas, caldereta de cordero, bacalao monacal, solomillo
ibérico, zorongollo, tarta de La Serena.