
| Mª Adela Díaz Párraga |

Almazán se aposenta en tierras de Soria, atravesada por el río
Duero, aunque casi toda ella se levanta en su margen izquierda. Un hermoso
paisaje de colinas, salpicado de restos que hablan de su historia, que tuvo sus
orígenes en la Edad del Bronce, de su importancia en el medievo. Casi todos
románicos, pero también aparecen muestras la mar de interesantes góticas,
renacentistas y barrocas. En cuanto al nombre la versión más admitida es que
procede del árabe Al-masan, que significa “el fortificado”. También se dice
que, de una palabra ibera, “el bosque”. Almazán fue mora, y en 1068 la
conquistaron los cristianos, pero pronto paso a manos musulmanas, hasta que los
de la Cruz volvieron a recuperarla. El rey de Aragón Alfonso el Batallador
mandó repoblarla, y en 1134 pasó al reino de Castilla. Alfonso VII de León, se
la regaló al obispo de Sigüenza, y en 1158, Sancho III, creó la Orden de
Calatrava, con sede en el castillo de ese nombre, en la frontera con Sierra
Morena. Fue escenario de la guerra entre Sancho el Bravo y Alfonso de la Cerda,
y de las paces entre Castilla y Aragón. En los últimos años del XIV, Enrique IV
se la regala a Juan Hurtado de Mendoza, que fue su primer señor. En 1648 muere
en ella Tirso de Molina, y en el XIX la incendiaron durante la Guerra de la
Independencia. Como ven, ha pasado por numerosos avatares.
Almazán bien vale el viaje. Atravesar su recinto amurallado,
del que todavía quedan algunos restos de las primitivas musulmanas, sobre las
que Alfonso el Batallador levantó una nueva cerca en 1182, lo que queda de la
actual es de esa época. La muralla serpentea entre callejuelas y plazoletas,
acogiendo los Barrios Altos de Almazán. Todavía quedan algunas puertas: La de la
Villa, en la Plaza Mayor, que hicieron entre el XII y XIII, y en 1886 se
levantó una torre para acoger el reloj. El Postiguillo, que es un hueco abierto
en el muro, con arcos de medio punto. Por él, se llega al mirador, desde donde
se ve el río y una hermosura de árboles. La Puerta del Mercado, que es la más
grande, y tiene dos torres en forma de prisma, rematadas con almenas. Conserva
sus dos puertas batientes de madera, y aquí se celebraba en la Edad Media el
Mercado. La Puerta de los Herreros, con sus huecos para encajar las trancas
del cierre. Y hay un torreón redondo, del siglo XIV, que llaman
el Rollo de las Monjas. Antes les mentaba la Plaza Mayor, que es la más fiel
representación de la plaza castellana. En ella se levantan dos soberbios
edificios, el palacio de los Hurtado de Mendoza o de Altamira, y la Iglesia de
San Miguel. La plaza la reformaron en 2011, y le añadieron el mirador con
voladizo, desde el que se domina el río Duero. El Palacio de los Hurtado, lo
mandó levantar esta familia entre los siglos XV y XVI, en estilo renacentista.
En la planta inferior, tiene seis ventanas, debajo de los seis balcones de la
parte superior, y está rematada con una preciosa galería gótico-isabelina.
Posee un hermoso patio interior, y sus soberbias fachadas renacentistas,
cierran un lado de la plaza, haciendo ángulo con la Iglesia de San Miguel.
También se ve el escudo de la familia. Delante del Palacio, la estatua de Diego
Laínez, el gran teólogo soriano, que fundó con San Ignacio de Loyola, la
Compañía de Jesús, La iglesia de San Miguel, es uno de los tesoros del barroco
soriano, aunque tiene toques lombardos, cistercienses y mudéjares. Tiene un
espléndido cimborrio de dos cuerpos, uno del siglo XII, de piedra, cubierto con
bóveda estrellada de estilo mudéjar, un bajorrelieve románico que representa el
Martirio de Santo Tomás de Canterbury, y un hermoso campanario octogonal.
Y ya que hablamos de iglesias, tienen que ver la de Ntra.
Sra. del Campanario, en lo más alto de la villa. De su parte primitiva románica
queda la cabecera con tres ábsides y el crucero. La bóveda y su decorado, son
de mediados del siglo XV. No está siempre abierta, pero pueden verla si van en
los Oficios de Semana Santa, o en el novenario que hacen al Patrón de Almazán,
Jesús Nazareno. Ya que les hablo del Patrón, también hay que ver su ermita, que
se empina sobre una plataforma, sobre lo que fue la antigua parroquia de
Santiago. En sus contrafuertes, se apoya un torreón de piedra con campanil. Es
de planta octogonal, con zócalo con relieves y una linterna que deja pasar la
luz natural. La Iglesia de San Pedro, que hicieron en el XVII, cuando se
unieron las parroquias de San Pedro, San Pablo y San Andrés. Es muy bello su
Retablo Mayor, del XVIII. La Iglesia de Santa María de Calatañazor, de finales
del XII, con bóveda de crucería y hermoso retablo tallado y pintado del XV, las
ruinas de la de San Esteban, que guarda restos románicos. O la de San Vicente,
que ahora es Aula de Cultura. El antiguo Convento de las Clarisas, hoy propiedad particular, o las
ruinas del de la Merced, donde está enterrado Tirso de Molina. Conserva la
fachada barroca con puerta adintelada, y en el frontón el escudo mercedario.
Y hay otras cosas interesantes como la Antigua Casa del
Obispo, que es una buena casona, pero no un palacio. La mandó levantar para
vivienda el Obispo Juan Díaz de Guerra en 1798, porque Almazán no tenía Palacio
del Obispado. Está en la parte alta, dentro de la muralla, y por los desniveles
del suelo, tiene en una parte tres fachadas, y en la otra dos. La primera
planta es de grandes bloques de piedra, la
segunda de mampostería, y la tercera
de ladrillo. Tiene dos balcones, con rejerías propias del XVIII. En el
interior, buenas pinturas murales en el dormitorio del Obispo y en el salón
principal.
Pasear por la Calle de las tres cruces, o llegar hasta la
pasarela colgante, que como es peatonal, deja ver despacito allá enfrente el río
y el Puente medieval, con sus trece ojos. Trece arcos de medio punto ojivales,
por los que discurre el Duero.
Comer, van a comer como auténticos señores feudales. Sopa de
ajo, cocido con su bola, morcillas, carnes y verduras; trucha asada y ahumada.
El somarro de cerdo asado, torreznos sorianos. Y de postres, el dulzor de las
yemas de Almazán, o las paciencias.
Y si van ustedes por los días de San Pascual Bailón, en que
hacen las fiestas del Zarrón, un curioso personaje con cola de zorro, que
reparte golpes a todo el que se le acerca, bueno, pues si van entonces, a lo
mejor pueden probar un raro bebedizo, que llaman Socorra, a base de vino,
azúcar canela y pan mojado, con el que obsequia a los presentes el Mayordomo de
la Cofradía.