
| Mª Adela Díaz Párraga |

De abril a noviembre, todos los sábados, pueden disfrutar de
unas horas de chacachá, recorriendo un paisaje de belleza impresionante,
tachonado de campos de cultivo, ásperos y bravíos, de paredes calcáreas con la
imagen del Montsec, con aguas purísimas, que reflejan los atrevidos picos
montañosos. Aguas de los lagos que le dan el nombre, Sant Llorenç de Montgai,
Camarasa, Cellers y Sant Antoni. La línea se inauguró el 3 de febrero de 1924,
pero solo de Lérida a Balaguer. Después del oscuro trienio 36-39 del pasado
siglo, la Renfe fue alargando las estaciones. En 1940 a Cellers, un año después
llegó hasta Tremp, y en 1951 hasta la Pobla de Segur. En sus comienzos, la idea
era alargar el recorrido hasta tierras francesas, pero ahora tal vez sea
aumentar los recorridos en la zona.
El tiempo se detiene cuando viajas en este tren, con dos
locomotoras diésel, la 10817 y la 10820, a las que llaman Yeyés, porque cuando
las hicieron eran de lo más moderno. Ellas arrastran cuatro vagones de época,
con cafetería donde puedes tomar un café o cualquier cosita, mientras se ve…
todo. La salida es desde la estación de Lleida, y si ustedes vienen con un poco
de tiempo, o se pueden quedar unos días a la vuelta, una les aconsejaría que lo
hicieran, porque Lérida, es una ciudad que vale la pena ver. Se empina sobre un
promontorio, y fue capital de los iberos ilergetes, y con los romanos,
Municipium. En 1140, pasó a los Condes de Barcelona y Urgell, y en el 1300 tuvo
la primera Universidad de la Corona. Hay que subir a la colina de La Susa, para
ver el Castell del Rei, una fortaleza medieval, y la Catedral Vieja, cuya
primera piedra puso el Obispo Gombau de Camporrells, en el año 1203. Es una
obra maestra del románico leridano, con toques góticos, y cuando Felipe V arrasó
la ciudad, la convirtió en Cuartel Fortaleza.
Un montón de iglesias valiosas, la románica de Sant Martí,
del XII, la de Sant Llorenç, del XIII, la de Sant Pere, Santa Úrsula, Santa
Lucía… El antiguo Hospital de Santa María, gótico-renacentista, del siglo XV,
que guarda las piezas de varias culturas ibérica, visigoda, romana… Y muy
cerca, la Catedral Nueva, del siglo XVIII, con su rico Tesoro Capitular. El
barroco Convento del Roser, del XVII, que alberga un Museo. El Palacio de la
Diputación, el Portal de la Magdalena, los cistercienses castillo e iglesia de
Gardeny. La Paeria, hermoso edificio románico del XIII, que en 1383 se
convirtió en Casa Municipal. Cruzando el río Segre, los Camps Elisis, con
hermosos edificios modernistas, un frondoso parque, y el Pabellón Ferial.
Porque sepan ustedes, que Lleida celebra una feria agrícola muy importante, por
el día de San Miguel, donde podrán saborear la deliciosa coca de sanfaina. Esta
coca es algo muy singular, cuya antigüedad dicen que se remonta a los tiempos
romanos, con una base que tradicionalmente se ha hecho con harina, agua, aceite
de oliva virgen y un poco de levadura. Sobre ella, la famosa escalibada,
berenjena y pimientos asados, y acoge también los productos de cada lugar que
se extienden sobre su masa esponjosa. Atún, longaniza, anchoas, en Cuaresma
bacalao, y por San Juan, se vuelven dulces.
El tren pasa por Balaguer, que fue Balagium, después Medina Balagi,
y Balajay. Es la capital de la comarca de La Noguera, y durante un tiempo, del
Condado de Urgell. En ella vivieron iberos, y romanos que dejaron restos de
fortificaciones de los siglos III y IV. Dicen, que era una fortaleza que
defendía un puente sobe las aguas del Segre, y que alrededor de ella, creció la
ciudad. Tuvo gran importancia con los Banu Qasi en los tiempos islámicos, y
Llop Ibn Ahmad, señor de Lérida, construyó la fortaleza en el 877. Las murallas
son también de época musulmana, del siglo IX, aunque solo quedan varios tramos,
se puede ver lo bien defendida que estaba. Perteneció al Condado de Urgell, al
vizconde de Áger, y luego a la Diócesis de Urgell. El Castell Formós, lo que
llamaban el Palacio Árabe, fue residencia de los Condes.
Dominando la ciudad, allá en lo alto, la gótica Iglesia de
Santa María, antes Colegiata, a la que se conoce como El Campanal; la mandó
construir Pedro IV de Aragón, en 1361. De una sola nave, es una impresionante
construcción, con toques del XVI, que guarda en su interior un precioso retablo
gótico en piedra policromada. En 1323, se empezó a construir el Monasterio de
Sant Domènec, según mandó en su testamento Ermengol X; fue convento dominico, y
hoy alberga a los franciscanos. La iglesia es gótico catalán, y su claustro,
uno de los más hermosos y delicados. La iglesia de Sant Salvador, que fue Mezquita
Mayor. Y en las afueras, el monasterio cisterciense de Santa María de los
Franqueses, del siglo XII, y aunque solo queda la iglesia, es uno de los
monumentos más importantes de La Noguera. Y el Santuario del Santo Cristo, patrón
de la ciudad.
En el centro de la ciudad, está una de las plazas porticadas
más grandes de Cataluña, la Plaza del Mercadal, con sus rumores de colmena, y
donde se sigue celebrando el mercado semanal. Tiene importantes museos, como el
Comarcal de La Noguera, que se alberga en uno de los pisos del Ayuntamiento, y
que guarda valiosos restos arquitectónicos y escultóricos. Y hay un casco
antiguo de traza árabe, muy evocador, y callejas y pasajes estrechos y
empinados, que se remontan al Medievo. Y el Puente de San Miguel, que es el más
antiguo de la ciudad.
Pasamos por Sant Llorenç, y por otros embalses, donde hay
colonias de aves acuáticas, patos salvajes, gallinas de agua…Y en Caramasa,
toda una tribu de buitres. Ya que les hablo de Caramasa, tienen que ver la
iglesia románica de Sant Miquel del Castell, del siglo XIII. Bueno, lo que
queda, el crucero y el ábside.
Y por fin, Pobla de Segur, fin del trayecto. Aquí, pueden
hacer muchas cosas. Una visita guiada por la ciudad, o a lugares cercanos,
donde los llevará un autobús. Pero si deciden quedarse aquí, déjenme que les
cuente algo sobre Pobla de Segur. Asentada en la comarca del Pallars Jussà, en
el lugar donde se juntan las aguas del Noguera Pallaresa y el Flamicell, la
abundancia del líquido elemento la hizo rica con el trasiego de la madera, y la
ganadería, y la agricultura, y su muy importante mercado semanal.
Las calles del casco antiguo medieval desembocan todas en
dos Portales, el Ortreu y el Parrau, pero no se pueden perder un paseo por la
Calle Mayor, llena de casonas señoriales. Tienen que ver la Torre de Mauri,
donde se alberga el Ayuntamiento, un bello palacio modernista, con todo el
encanto de aquellos tiempos, hermosos mosaicos y jardines de la época. El viejo
Molino de Aceite, de 1904, en el que podrán
ver aquellas primitivas maquinarias
para elaborar el preciado líquido, archivos, fotografías y documentos de la
Villa. En la fachada, la imagen de Sant Josep. Los patronos de la Pobla son
Sant Miquel y la Verge de Ribera, a los que hacen muy buenas fiestas.
Muchas iglesias, la de Santa María de
Montsor, la de Sant Antoni, la de Sant Jaume Gramuntill, la de Sant Joan
Vinyalfrescal, el monasterio de Sant Pere de los Malteses, o la también
románica ermita de Sant Miquel del Pui, del siglo XII.
Un espectáculo que te transporta a los albores de la
humanidad, es el grito de la brama, que tiene por escenario la vecina Sierra de
Boumort. Los ciervos en celo lanzan su ancestral bramido, que retumba en los
más recónditos rincones de la montaña.
En cuanto a los pucheros, al ser propios de montaña, son la
mar de contundentes. Buenos corderos y cerdos, que se plasman en ricos guisotes
y excelentes embutidos. Caza mayor y menor, truchas en los ríos, caracoles y
setas. Son olvidar la célebre coca. Y para que nada falte, un pecaminoso
ratafía.