
| Mª Adela Díaz Párraga |

Morella se extiende en tierras de Castellón, batida a veces
por el viento mistral, llena de encanto y vigilada por su imponente castillo.
Sus orígenes prehistóricos y prerromanos, aparecen por todo su suelo. A unos
seis kilómetros de la ciudad, se encontrarán ustedes con las pinturas rupestres
que dejaron artistas primitivos en las cuevas prehistóricas de Morella la
Vella. Después, iberos, una breve etapa visigoda
de la que todavía quedan los restos de un poblado del siglo VII, en la Pedrera
de La Parreta, con un edificio que pudo tener doce metros de alto, y es uno de
los más importantes de la época. Musulmanes que se alternaban con los
cristianos, porque tanto almohades como almorávides, no se conformaban con
perder tan rica prenda. Hasta que el fin, en 1232, Jaime El Conquistador la
unió a su reino de Aragón. Por su emplazamiento, fue clave en la reconquista,
en el medievo, y en cuantas guerras se organizaban.
Morella es un pueblo amurallado, cuajado de historias. Cuando
vas llegando a ella, aparece el castillo en lo alto de la roca, y bajando, las
casitas rodeadas por las murallas medievales. Unas murallas, con una altura de
diez o doce metros, que se levantaron en el siglo XIV, sobre las viejas
musulmanas del siglo XI. Aunque la mayoría son de la época del rey Pedro IV de
Aragón. Se reformaron en el XVII y XVIII, y están circunvaladas por un paso de
ronda. Todavía conserva la puerta de Sant Miquel, octogonal, que es la más
importante. Se puede visitar, y es interesante porque alberga el Museo de
Juegos Tradicionales.
También está la de Sant Mateu, la Nevera, Ferrisa, Forcall,
del Rei, o dels Estudis. La muralla tiene 2 kilómetros de perímetro, y esta
coronada por diez torres.
Y en lo alto, el castillo. Un castillo aposentado sobre una
roca, y que en sus orígenes se remonta al siglo XI. A lo que parece, por estos
lugares estuvo El Cid en su camino hacia Valencia. Por eso, Morella está
integrada en la Ruta del Cid. Pero volviendo al castillo, tiene una planta
bastante irregular, porque tuvo que adaptarse a la roca. Desde su Plaza de
Armas, que se puede visitar, se ve un panorama precioso con las casitas a los
pies. También se puede ver el Palacio del Gobernador, que hicieron aprovechando
una cueva, y en él podrán enterarse de la historia de Morella y su castillo. Se
puede visitar la Torre de La Pardala, la prisión de Cacho, el Aljibe, torres y
pabellones.
El casco antiguo, que es casi todo, es muy interesante con
sus calles llenas de soportales, pórticos, señoriales palacios, tiendecitas
tradicionales y comercios de siempre. Como no es muy grande, es el momento de
recorrer sus puertas, y muchas más cosas, que guardan en sus piedras siglos de
historia.
Lo primero, hay que ir a la Iglesia Arciprestal de Santa
María, a la que, en 1700, el Papa Inocencio XI expidió una Bula, por la que le
concedía el privilegio de incorporarse a la Basílica de San Juan de Letrán de
Roma. Una iglesia gótica, con dos puertas en su fachada, la de los Apóstoles y
la de las Vírgenes. En El Altar Mayor, hay tres rosetones con vidrieras del
siglo XIV, y un cuadro de Ntra. Sra. del Sufragio del XVII. Detrás del Coro, al
que se llega por una singular escalera de caracol, hay un friso con el Pórtico
de la Gloria esculpido. También tiene un soberbio órgano del siglo XVIII. La
Iglesia de Sant Joan, la de Sant Miquel, la de Sant Nicolàs, con toques de
románico y gótico tardío, que es ahora Sala de Exposiciones.
A los pies del castillo, se encuentran con el Convento e
iglesia de San Francisco, del XIII, una buena muestra del gótico valenciano. Ha
sufrido varios embates, hasta quedar casi en ruinas, pero se ha rehabilitado
alguna parte, tiene un hermoso claustro con arcos. Al principio, los frailes
usaban una capilla dedicada a San Vicente Mártir, y casi enseguida empezaron
las obras de la iglesia, que se consagró en 1380. Realizada en piedra, es de
una sola nave y crucero, con capillas laterales, grandes arcos apuntados y
bóveda de sencilla crucería. En el XIV hicieron la techumbre de madera a dos
aguas, y el
coro con piso de madera. En la Sala Capitular hay un fresco,
algo macabro piensa una, que representa
la Danza de la Muerte. En el XIX se recubrió en neoclásico, pero se puede ver
el gótico original.
Y está la Ermita de Santa Lucía, que construyó en 1286, la
Cofradía de Sant Llacer, para albergar a los leprosos que recogían y cuidaban.
En 1353, se refugió en la Iglesia de Santa María buscando refugio sagrado, el
fraile Guillem d’Escolà. Pero no le valió, porque el rey Pedro III no lo aceptó,
y el fraile fue asesinado por el maestro Domingo Prunyonosa, que lo mató con un
compás de maestro constructor.
A unos veintitantos kilómetros de la ciudad, está el
Santuario de la Virgen de Vallivana, que es la Patrona. Un año después de
entrar los cristianos en la ciudad, un pastor encontró en una cueva con una
fuente que había en el bosque, la imagen de la Señora, rodeada de velas, y con
unos pergaminos en idioma desconocido. En 1235 se empezó a levantar la que
llamaron Ermita de la Aparición, en los terrenos que el rey Jaime le regaló a
su esposa Violante, que después los cedió a Morella. Con los años se fue
ampliando y reconstruyendo, a la vez que crecía la fama milagrera de la Virgen.
En 1428, se hizo una más grande a la vera del Camino Real, y en 1711 la actual.
En realidad, es un caserío pequeñito, formado por la Iglesia, hospedería, el
viejo cuartel, casa forestal, fuente, y otras dependencias. La primitiva se
convirtió en posada y Cuartel de la Guardia Civil.
Al paso van saliendo edificios señoriales, casonas con
escudo que pertenecieron a nobles familias. Ahí tienen el Ayuntamiento gótico,
del siglo XV, con sus salas impresionantes y un patio interior sostenido por
Gigantes. La Casa del Cardenal Ram, un edificio gótico del XVI, con arcos de
piedra y techos de vigas, en el centro de la ciudad, que perteneció a esta
importante familia. En 1960 se convirtió en un hotel tranquilo y lleno de
encanto, con unas vistas sorprendentes. Si pueden, alójense en la habitación
del Cardenal, con unos ventanales que guardan más de dos siglos de historia. La
Casa de los Estudios y del Consell, del XV, con dos grandes cuerpos, y otros
más pequeños adosados a la antigua muralla. En el primer cuerpo la Sala del
Consell, casi cuadrada, con ventanas ajimezadas y una gran columna en el
centro, típica del gótico del norte valenciano. Y la Lonja, con sus arcos
apuntados y toques renacentistas. En el segundo cuerpo, una especie de torre,
las dependencias de Justica, y en la planta baja se albergaron las cárceles. La
Sala de Vistas, la antigua capilla.
La Casa del Marqués de Cruilles, un palacio gótico del siglo
XIV, residencia de esta familia. Uno de sus miembros, fue Joaquín de Monserrat,
Virrey de Nueva España. La Casa Ciurana de Quadres, del XIV. La
de los Rovira,
del XVII. Y en las afueras, la casa fortificada de los Brusca y Creuixell. Está
en los terrenos que Jaime el Conquistador, donó a Guillem Brusca, por ayudarle
en la conquista de estas tierras. Con los años, fue Conde de Croixell, y en
esos terrenos se levantó su casa, a la que llamaron Casa Grande por sus
dimensiones. Toda de piedra, tiene tres plantas, la de en medio planta noble, y
tenía una gran torre que desapareció. En el Arco de acceso, los escudos de
todas las familias con las que emparentaron los Brusca.
Hay más cosas por ver. Tienen que pasear por Pla Dels
Estudis, la gran plaza abierta a las murallas, con sus fachadas encaladas,
balcones de madera, y un precioso reloj de sol. Visitar el Museo de los
Dinosaurios, porque sepan que aquí se descubrió una nueva especie. En el Museo,
se cuenta la historia de los primeros seres que la habitaron. Ver el Acueducto
de Santa Lucía, es gótico del siglo XIV, y traía las aguas de Vinatxos y Aljub,
hasta la Font Vella de Morella. Ver el nevero medieval, fuera de las murallas…
Morella es el reino de la opulenta trufa negra, que se
esconde en su tierra, y aparece en sus mejores condumios. Pero también de
corderos y cerdos, de buenos jamones y mejores quesos de cabra y oveja.
Ternascos, sopas, gallina trufada, olla morellana, robellones, croquetas
morellanas, en forma de empanadilla, a las que llaman croquellanas. Cecinas,
cuajadas, y el postre rey, el Flaons, relleno de miel y requesón, o también de
boniato, calabaza o chocolate.